sábado, 18 de febrero de 2017

Biografía de Edward Jan Habich - 8. Creación de la Escuela de Ingenieros

  • En enero de 1875 el Congreso autorizó al Ejecutivo para crear una Escuela de Minas, destinando 50.000 soles para los gastos de su instalación. Para llevar a la práctica esta autorización sabemos ya que Manuel Pardo envió a Habich a Europa para conseguir maestros y material de enseñanza. Por otra parte, en el Reglamento General de Instrucción Pública de 1876 se insistía en el artículo 343 “en la necesidad de crear Escuelas Superiores entre las que se nombra una Escuela de Ingenieros. El mismo 18 de Marzo de 1876 se aprueba el Reglamento Orgánico de la Escuela Especial de Construcciones Civiles y de Minas.
  • ¿Qué se pretendía con el nuevo centro de instrucción? En el artículo primero del Reglamento Orgánico se señalaba que “La Escuela de Construcciones Civiles y de Minas tiene poro objeto formar directores y conductores de trabajos de ingeniería civil, de explotación de minas, de establecimientos metalúrgicos e industrias químicas, propias del país”.
  • Los fines y objetivos de la Escuela, tal y como Habich los intuyera, quedaron plasmados en ese primer artículo. Se abandona, pues, la vieja idea de una escuela exclusiva de minas al estilo de las del barón de Nordenflicht o de Mariano de Rivero y Ustariz, para dar paso a una concepción más amplia. El criterio usado para la creación del nuevo centro dice directa relación a las necesidades del país. Se abrían dos ramas, Construcciones Civiles y Minas, por ser las de mayor urgencia en el Perú de 1876, pero a medida que fuesen aumentando las necesidades, se irían abriendo otras especialidades en consonancia con el criterio rector.
  • El Reglamento no hacía sino dar forma legal al pensamiento de Habich quien estaba convencido de la urgencia de formar en el Perú a los hombres que el Perú necesitaba para la mejor explotación de sus riquezas naturales. Basta recorrer los muchos escritos de Habich para cerciorarse de la importancia que atribuía a la minería y a las obras de irrigación. En el discurso de apertura de la Escuela decía “Las divisiones de la Escuela corresponden a las principales necesidades del país, cuyo porvenir depende de la extensión de sus vías de comunicación, del desarrollo de la explotación de sus riquezas naturales, del fomento de sus industrias y principalmente de la industria agrícola ligada por circunstancias climatológicas con obras hidráulicas de irrigación artificial. Las demás industrias hallarán también lugar en el desenvolvimiento progresivo de la enseñanza de la Escuela. El tiempo y la experiencia indicarán la mejor dirección y amplitud que deben darse a los estudios en varias especialidades”.
  • Fácil es, pues, advertir que para Habich los progresos de la Escuela y el proceso de tecnificación del país deben caminar en sintonía. La repetida frase “las necesidades del país” alude entonces no sólo a la causa que da origen a la Escuela sino al criterio que marcará el ritmo de su continuo desarrollo. En la Escuela se prepara a los hombres capaces de convertir las maneras empíricas de explotación de las riquezas naturales en una actividad científico-técnica a la que se acostumbra a los alumnos dosificando equilibradamente teoría y práctica.
  • Informada la Escuela con estos criterios que vierten el sentir de Habich se abre la inscripción y se inician las tareas escolares oficialmente el 23 de julio de 1876. Por decreto del 9 de mayo Habich había sido nombrado director.
  • Así nace la Escuela especial de Ingenieros de Construcciones Civiles y de Minas. Para Habich es la respuesta al último y más fecundo reto de su vida. Para los gobernantes es la creación de nuevas fuentes de ingreso para el Estado. Para los directamente beneficiarios, mineros y agricultores, comerciantes y pequeños industriales, la Escuela significa un nuevo paso hacia el ansiado progreso. Para el Perú de todos, una nueva veta de trabajo tecnificado y un lazo más que le unirá a Occidente. Para los grupos económicos europeos y norteamericanos, la posibilitación de áreas de inversión de capital. Para la estructura educativa del país, la Escuela supone el inicio efectivo de los sistemas empíricos y la valoración de la experiencia como piedra de toque de todo posible conocimiento que quiera ser tenido como verdadero. Para la sociedad peruana, la gestación de un tipo humano, el profesional técnico, que orientado por la utilidad como valor clave, estrenará una manera inédita entre nosotros de ser hombre.
  • En los claustros de la Escuela, ubicada en los viejos muros del Convictorio Carolino, se congregaban los más célebres científicos y técnicos de la época: Folkierski, Bruge, Martinet, Delsol, du Chatenet y tantos otros que secundaron cercanamente la tarea de Eduardo de Juan de Habich. Pronto llegarán los jóvenes peruanos, como primera generación de los maestros extranjeros, que supieron recoger la lección de seriedad y constancia dejada por sus profesores: Fuchs, Remy, Valdizán, Giraldo, Lissón hijo, Villarreal, Elmore hijo, Edmundo N. de Habich, Godofredo García, José J. Bravo y muchos otros.
  • Los alumnos provenían principalmente de la Facultad de Ciencias de San Marcos como G. García, M. Prado Ugarteche, F. Villarreal, que entraban en la Escuela habiendo obtenido el bachillerato y aún el doctorado en algunas de las especialidades científicas. Algunos egresados de la Escuela de Artes y Oficios engrosaron también las filas de los primeros ingenieros. No pocos de los ayudantes del Cuerpo de Ingenieros del Estado, que tenían ya una abundante experiencia profesional, perfeccionaron su formación siguiendo los cursos de la Escuela. Cuando en 1878 se instala la sección preparatoria oficialmente, en la que los estudiantes recibían instrucción básica en Matemáticas, Física y Química, comenzarán a afluir de los centros de Instrucción Media, principalmente del Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe que dirigía con tanto acierto Sebastián Lorente.
  • En la Escuela de Ingenieros Habich desarrolló sus capacidades de maestro. Con un arte difícil de conseguir y más difícil de conservar, armonizó equilibradamente rigidez y suavidad, disciplina y afecto. Si era necesario reprender, el director llamaba al alumno y le amonestaba antes de imponer el castigo. Pero si la falta se repetía, venía la sanción que oscilaba desde la separación temporal de la Escuela con aviso a los padres o tutores hasta la expulsión definitiva. Habich estaba convencido de que la ingeniería en el Perú exigía mucho vencimiento interior y preparaba a sus alumnos formándoles la voluntad y acostumbrándolos a la responsabilidad. Por su influencia se establece en la Escuela un trato paterno-filial entre discípulos y maestros. Los alumnos sabían acudir a él en sus dificultades, para conseguir un puesto de trabajo, para pedirle recomendaciones cuando salen a desempeñar cargos al servicio del Gobierno o de particulares. Instaura también una relación cercana con los padres y tutores. Día tras día salen las cartas del director para ellos avisándoles de las deficiencias de sus pupilos o felicitándoles por los éxitos obtenidos por ellos. Cuando se producen situaciones anormales, Habich no tiene inconveniente en romper la disciplina regular para contemplar las circunstancias de excepción. La estima de que se vio rodeado por sus alumnos no era sino la respuesta natural de éstos al trato afectuoso del maestro que comprendía a cada uno según sus problemas individuales.
  • Los estudios se organizan divididos en tres años al cabo de los cuales los alumnos podían obtener el título de Ingenieros en Construcciones Civiles o en Minas. La enseñanza se divide en teórica y práctica, consistiendo ésta en ejercicios en laboratorios, museos y gabinetes, en visitas a centros mineros o a la ejecución de obras de construcción. En los veranos salían los alumnos acompañados de un profesor a las excursiones científicas en las que conocían la realidad ingenieril del país, la situación de las fuentes productivas, los medios reales que se usaban en su explotación, y se iba identificando con la vida que luego tendrían que desarrollar como profesionales.
  • Los profesores provenían de la Facultad de Ciencias de San Marcos y del Cuerpo de Ingenieros del Estado. También por ellos velaba Habich como si le estuviesen encomendados. Entiende sus dificultades y procura aliviar sus penurias. Con suavidad y rigidez al mismo tiempo les exige el cumplimiento del deber como maestros y sabe ser inflexible para el desorden y la irresponsabilidad. Para ellos será siempre el director, aun cuando Habich prefería considerarse como un colega más.
Alumnos en el antiguo laboratorio de docimasia de la Escuela de Ingenieros del Perú

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