sábado, 18 de febrero de 2017

Biografía de Edward Jan Habich - 3. La revolución polaca de 1863

  • El espíritu nacionalista de Polonia aplastado por la imposición de los zares rusos resurgió en 1863. A pesar de la orfandad y desamparo en que la dejaron las grandes potencias europeas, la Polonia oprimida no se resignaba a la rusificación. Los hermanos Habich, Eduardo y Gustavo, atravesaron la frontera, aunque los rusos habían puesto precio a su cabeza, y coadunaron las fuerzas rebeldes. Eduardo consiguió reunir en Cracovia un ejército de voluntarios que burló la vigilancia rusa e infringió con sus escaramuzas notables pérdidas a los opresores. Veamos como describe nuestro olvidado inventor Pedro E. Paulet estos momentos de la vida de Habich “Los sucesos que por entonces se desarrollaron no fueron indiferentes al joven patriota, quien abandonando ofertas ventajosas, corrió a defender su país amenazado de muerte. El señor Habich tomó parte muy activa e importante en la lucha, ya como jefe militar, ya como representante, con poderes discrecionales del gobierno nacional en la Polonia austríaca, y en todos los periódicos de la época, franceses, españoles, alemanes, etc. se encuentra el retrato, biografía y hazañas del joven y prestigioso caudillo, que fue no sólo un sabio sino un héroe en la campaña. Dominado por la abrumadora fuerza y medios de los rusos, en ese último intento en pro de la emancipación de su patria, perseguido y confiscados sus bienes y propiedades, Habich volvió a Francia...”.
  • Sabemos que el intento de rebelión terminó en la derrota del nacionalismo polaco y que Habich para escapar tuvo que usar el salvoconducto de un amigo y aun bajar del tren y atravesar la frontera a pie porque los rusos, sabedores de la huida de Habich, se disponían a hacer una revisión de los pasajeros. En el camino quedaba su hermano Gustavo, gravemente herido por un sablazo en el rostro que le llevó al borde de la demencia.
  • Sin patria, sin dinero y sin familia, Habich abandonó definitivamente Polonia, a donde no volvería más, y se enrumbó hacia París dejando para siempre la casaca militar y dispuesto a entregarse de lleno a la actividad científica y a la tarea profesional. La revolución de 1863 pudo significar, si hubiese triunfado, el enrumbamiento de la vida de Habich por esa otra línea, la vida militar, que iniciara desde joven y que le atraía tanto como la pasión por el estudio. Pero la derrota decidió definitivamente la suerte del Habich militar, abriendo al mismo tiempo la puerta al Habich científico, técnico y maestro. Algo del viejo militarismo queda sin embargo siempre en él. Lo advertimos en la rigidez disciplinaria que implanta en la Escuela de Ingenieros, en la voluntad indomable que no se doblega ante las dificultades, en la caballerosidad congénita que le acompaña hasta los últimos días de su vida y en la regularidad del comportamiento que tanto llamara la atención de los peruanos.

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